Cada persona es como un iceberg.

Es curioso, nunca reparamos cuando nos enseñan un iceberg en televisión que estamos viendo una parte muy pequeña de él. Es más, la parte que no vemos es inmensa, muy grande, y lo más importante es que es sobre la que se sostiene la parte visible.

Como decía las personas somos como los icebergs. Nos gusta que los demás nos vean guapos, correctos, inteligentes, amables, buena gente, coherentes, vamos lo que se dice una “persona de bien”. Y todo esto en todo momento.

Nos maquillamos, afeitamos, perfumamos nuestros miedos, rencores, enfados, tristezas, decepciones… y salimos a la superficie con nuestras mejores galas, con nuestras mejores máscaras.

Hay momentos que he pensado que mi vida se ha convertido en un baile de máscaras.

Acuciados por las prisas, pegados al reloj, al móvil, a las malas noticias, solo nos fijamos en las máscaras de los demás, sin reparar en lo que no se ve, en lo que está debajo de la superficie y que los sostiene.

Hemos construido una Sociedad en la que se sobrevalora el beneficio inmediato, y todo lo que no nos lo dé, lo desechamos. Con las personas nos pasa igual, si a las primeras de cambio hemos visto algo que no nos cuadra con nuestro modelo del mundo, con nuestras máscaras, entonces los etiquetamos y difícilmente vamos a asomarnos a su interior .

Acercarse con amor, sin juicios y comprendiendo a los demás, en definitiva darles la oportunidad de demostrar lo que cada uno realmente es y no quedarnos con sus máscaras es complicado de realizar si antes no te has dado tú esa oportunidad, si no te has acercado a ti, te has asomado a tu interior con amor, comprensión, perdón y has recogido tus máscaras con cariño, agradeciéndoles el servicio prestado y las has ido apartando amablemente para dejar paso a tu ser.

Amigos/as se acabó la fiesta, apartemos nuestras máscaras y conozcámonos de verdad..


Un  caluroso abrazo,
Antonio